DE KLAUS MANN, COĆAC Y RESURRECCIONES
- Begona Quesada
- Jul 24, 2024
- 3 min read
Updated: Feb 12

Ayer amenazaba tormenta y acudĆ con escepticismo a la Literaturhaus para escuchar cómo alguien leĆa en voz alta un relato.
Un audiolibro con esteroides, pensé. Pero es Klaus Mann y esto es Múnich. ¿Qué mejor escenario para escuchar a un autor que su propia ciudad?
A Klaus Mann, hijo de Thomas Mann, nacido en 1906 y muerto por una sobredosis de estupefacientes en 1949 despuĆ©s de llevar una vida marcada por su gran sensibilidad y los aƱos convulsos que le tocaron, lo conozco bien. Su carnĆ© de prensa para cubrir la guerra civil espaƱola, fechado en Barcelona, fue el umbral para investigar y escribir LĆneas de Fuga**.

Las historias cortas me atraen como las fotografĆas de autor o los jersĆ©is tejidos a mano: soy consciente de que llevan mĆ”s trabajo del que aparentan. Parece simple escribir dos, tres, seis folios. Pero hacerlo de forma que se mueva y encaje con la suavidad de un Ć”baco es un arte que tiene que ver mĆ”s con repetir, pulir y borrar que con escribir.
A LĆneas de Fuga no lleguĆ© por Thomas Mann, al que admiro, pero no me cae simpĆ”tico. Me lancĆ© al ocĆ©ano detrĆ”s de ellas, Erika, la hermana de Klaus, y por supuesto Hannah Arendt, que protagoniza la segunda (o primera) parte de la novela. Pero salĆ de la travesĆa fascinada con Ć©l, el duende Klaus.
Sin embargo, no conocĆa la historia que se proponĆa esa noche, Hennessy Tres Estrellas. BusquĆ© en Internet y apenas encontrĆ© información.
Llegué entonces con la mente casi virginal al patio trasero de la Casa de la Literatura, una institución que organiza eventos en torno a escritores y libros, por los que cobra y que se llenan rÔpido.
Yo aĆŗn no sabĆa que ese texto de Mann era un clic perfecto. Tanto por su narrador en primera persona, sin voz omnisciente, sin distancia, como por la disonancia entre el placer de tomar una copa en Nueva York y las noticias de la guerra en Europa.
Entre mantener una rutina de persona cuerda y noticias que te hacen fabular que el mundo se acaba.
HabĆa tumbonas plegables rojas en primera fila, en torno al atril. Bancos detrĆ”s para aumentar el aforo. Una barra ofreciendo bebidas anunciadas con caligrafĆa de colores.
Cuando lleguĆ©, veinte minutos antes del inicio, la gente esperaba con aperol, vino y agua gaseosa en mano, charlando sobre el verano, notas escolares (las clases acabarĆ”n tres dĆas despuĆ©s) o la incapacidad para recordar de quĆ© historia de Klaus Mann estamos hablando. No habĆa tumbonas libres y apenas quedaban sitios en los bancos.

Todo esto me resultó llamativo: un martes con nubes gruesas, en un verano de tormentas repentinas e iracundas, para escuchar a un escritor frecuente y muerto en la voz de un actor.
Pero la magia estaba por venir y la magia mƔs magia de todas es la magia inesperada.
La historia la narra un hombre solitario que escucha la conversación de dos mujeres en la mesa de al lado. Son dos francesas, una tĆa y una sobrina, irritadas por alguna diferencia con los estadounidenses, pero a salvo de la guerra en Europa. La mĆ”s joven es viuda de un piloto abatido por los nazis y su pena la sumerge en la desesperación, al final de la cual ve un tĆŗnel que es el fondo de una copa.
Pide un coñac, Hennessy Tres Estrellas, y luego otro, y otro. Hasta hacerse con la botella. Y en su desesperación, con sus gritos y cantos de borracha, acaba alegrando y acercando entre sà al resto de la clientela.
El diƔlogo es brillante y preciso. Sensible. Inteligente. El relato tiene piernas, brazos, torso, cabeza. Funciona.
Sobre esta base tan bien construida por Mann se levanta esa noche el encantamiento del actor Thiemo Strutzenberger*, miembro del Residenz Theater, el mÔs importantes de esta ciudad de gran solera teatral. Sentado en su taburete, con solo un micrófono, Strutzenberger añadió pausas, acentos, tonos, aceleración y temple, emoción y distancia, risa, canto.
Abracadabra.
Debido a mi oficio, aprecio la palabra bien labrada y reconozco el enorme trabajo que esconde elegir la expresión cristalina, el ritmo adecuado, la imagen fluida, la catarata que desciende sobre la mente del lector y le arrastra.
Sin embargo, en ese momento fui consciente del oficio de la interpretación, del arte de Strutzenberger, que solo con su voz consiguió introducirse bajo la tinta, ajustarse el texto alrededor y ponerlo de pie.
El actor sopló y el relato tomó vida.
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*El perfil del actor lo podĆ©is consultar aquĆ. Por ahora, porque anunciaron que estĆ” a punto de dejar MĆŗnich.
**El enlace de la editorial para LĆneas de Fuga lo podĆ©is encontrar aquĆ y en la sección LIBROS de esta web podĆ©is leer las primeras pĆ”ginas.
***El volcƔn y El milagro de Madrid son otras dos libros de Klaus (y Erika) en espaƱol muy recomendables.